14 de noviembre de 2011

¡Póngase derecho y deje de molestar!

Sometidos inevitablemente a esta realidad (que es, a veces, menos de lo que pensamos y más insensata de lo que deseamos) no podemos dejar de reclamar por los derechos. Pero, se preguntarán lectores ausentes, ¿a qué se refieren con el término “derechos”? La respuesta es muy sencilla y sincera (carencia que se demuestra momento a momento en derredor): “no lo sabemos”. Es en esta ignorancia del real concepto de un vocablo (si es posible asir un concepto y solidificarlo allí y eternizarlo allí) la que decidimos obviar, con mera intención mediática-posmoderna en la que se diluye el qué del porqué y el paraqué del cómo. Sólo queremos dar a conocer nuestra humilde y presente opinión sobre los derechos que son de todos, tan de todos que lo hacemos carne, húmeda y roja; y la transportamos invisible sobre nuestros cuerpos, adheridas y gustosos de ser los portadores de esos derechos. Derechos naturales y adquiridos, derecho (que es la carrera de abogacía), derecho y después doblá y el sinfín de conflictos con “lo izquierdo”, lo zurdo y lo sucio. Pero queremos opinar, es nuestro derecho que nos dieron (“¿quién?” no es la pregunta en este momento) desde que somos esto que decidimos ser desde siempre. Por eso el derecho debe ser sometido a nuestra única individualidad en la que llevemos adelante nuestra verborrágica (permítanos, hemolector, por mero placer poético, colocar la siguiente consonancia) y hemorrágica necesidad discursiva. Y le aclaramos, violento lector, que dada tal o cual situación, usted pueda sentirse violentado por nuestros principios, basados en nuestro derecho de ser como mejor nos parezca y elegir nuestros propios derechos que nos son dados, le aconsejamos que cierre su boca, hunda su ideas en otra parte porque, sí infralector, perderá lo que más atesora: Su vida. 

Es una amenaza más de los ensañados (Reafirmado su deseo voraz de sangre humana)

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